No moleste, señor Dragón Interminable, este viaje es demasiado rápido y apretado para estupideces a medio gas.
Felocidad. Eso es lo único que necesita esta veloz fiera feliz que corre derrapando en las curvas, suspirando por un choque mortal y definitivo.
Los lunes, miércoles y viernes, los pasamos aullando a las nubes que brillan con cada patada que les dan los rayos.
Los martes, jueves y sábados, cambiamos los pañales de todo mocoso idiota que se acerca a babear el borde de estas sonrisas.
Los domingos... Los domingos son tan sagrados que hay que meter las manos en naftalina caliente, alzarlas sobre la cabeza y vomitar con cuidado para no manchar el pelo que cae sobre la cara.
No se puede tocar nada en domingo. Nada. Sólo se puede murmurar muy bajito y, ¡oh,sí, hermano!, esperar, esperar, esperar que la gente pequeña no descubra la escalera mecánica hasta la cueva del monstruo feroz, feliz, veloz.
Hoy, que es jueves, hoy que llegamos chorreando babas ajenas, quiero secarme con el talco de bebés inocentes, celestiales. Quiero oler al pequeño Alejandro y abrazarlo, como lo que es, como la última maravilla del mundo conocido.
Tú eres pequeño
eres una asignatura pendiente
eres mi gran suspenso.
Quiero aprobar en Diciembre
y,
cuando crezcas,
quiero que me sonrías
con la candidez y limpieza
que te adivino en la boca
aunque aún no te he visto
ni se como eres.

No hay comentarios:
Publicar un comentario