Para odiar, tengo que tomar mi corazón con mucho cuidado, sacarlo delicadamente de su cárcel de huesos, levantarlo despacio con las dos manos (es imprescindible que ninguna apriete más que la otra) ponerlo frente al espejo y hablarle con dulzura hasta que abre los ojos. Sólo entonces puedo contarle qué me ha hecho llevarle hasta allí. Tengo que especificar nombre, descripción, cualquier tipo de característica especial, signo, peculiaridad, singularidad, atributo, cualidad, rasgo del objeto de mi odio … No conozco aún nada que merezca tanto esfuerzo.
lunes, marzo 12, 2007
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