martes, abril 10, 2007

El síndrome lacrimógeno crónico se apoderó de todos de pronto,
y ya nadie se sintió súper cojonudo ni muy mucho bien...
ni siquiera medio semi amargo, como el pomelo.
Sólo éramos tristes como la música del telediario.
No hubo buena noticia que pudiera parar el síndrome,
en realidad, no había buenas noticias.
Cada mañana desayunábamos esquivando los bombardeos,
tratando de evitar un coche explosivo,
evadiendo un mal golpe de sábado noche
(el "night fever" era tan sólo "quién bebe más"
"quien golpea a más" "quien vomita más").
Y el síndrome creció tanto que nos deshidratábamos,
poco a poco, sin darnos cuenta,
hasta que el aguacero de los ojos fue sólo rutina
Un día, no hubo más lágrimas,sólo charcos diseminados por todas partes,
y acabó el síndrome o más bien, nos acabamos.


No hay comentarios: