Empiezo a contar mis dedos
“uno,
dos,
tres
...”
Y sin llegar a cinco, me pierdo
contando los barrotes rojos de las ventanas
Todo está difuminado, sobreexpuesto,
con tanta fiereza luminosa.
No es que haya salido el sol
- se me escapa una carcajada a cada letra –
es que se ha arrojado por el borde del cielo
y amenaza con desbordarse
(claridad enloquecida)
y tornarnos tan hermosos y radiantes
que no podremos volver a mirarnos
sin quedar cegados.
Escucha: Ha salido el sol.
Y la lluvia ya no es la enemiga
y las lágrimas ya no son de dolor
lunes, abril 16, 2007
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