domingo, noviembre 23, 2008

Tengo una alianza con el agua.
Se está embalsando en mí para prevenir la época de sequía, mientras tanto ha jurado no tocarme y sus orillas nunca alcanzarán mis pies.
Me pone nerviosa la quietud del aire y el olor del hierro enrojecido en el fuego.


No tenemos fe ni credo alguno. Somos líquido sin paz, sin perdón. Líquido que transcurre y se desliza, sin remordimiento, por un universo de roca impermeable.
Somos tan cínicos, tan cínicos, que nada nos toca. Somos tan inocentes en nuestra incredulidad que estamos a un paso de ser elevados a la categoría de santos sacrificios.


Ya no podemos señalar con el dedo a los débiles porque todos lo somos.


Nuestra humanidad debería haber conseguido que rindiéramos las armas. En lugar de eso, hemos rendido nuestra humanidad.
Y ya nada nos toca.



3 comentarios:

hans k dijo...

'ya no podemos señalar a los débiles porque todos lo somos'

estoy de acuerdo totalmente con esto, aunque no sé si esto es de ahora... en realidad lo que más ha crecido es la insensibilidad; y eso no es perdonable.

Watcher dijo...

Hans, aunque me repita y me repita, no cambio de opinión...siempre es un placer verte por aquí ( por allí ya te veo calladita y bien portada)
Abrazo fuerte

hans k dijo...

yo también te leo (te veo) callado; aunque en esta época esporádica no aparezco demasiado. pero el placer es mutuo.