domingo, mayo 20, 2007

Digamos que no traje nada escondido que decir, que abrí los dedos a la posibilidad de que estuvieran vivos, independientes, que les ofrecí la posibilidad de arrojar en la cara de la noche todo lo que quisieran.

Digamos que la luz de mi espalda, encerrada en un mundo al que yo no llego ni quiero llegar nunca, me cierra la boca con su silencio de cariñosas crueldades. Entonces yo, enmudecida por amor, asesinada por amor, muestro la radiante derrota de estos sonidos que son como niños muertos antes de nacer.

Digamos que no lloro, no por falta de ganas, simplemente no lloro. Para compensarlo sonrío tan profundamente que las lágrimas se hunden hasta mi garganta, se embalsan y me ahogan. Pero no lloro.

Digamos, no sé, digamos que no traje nada que decir- ni escondido ni de ninguna manera - y que me voy sin decir nada, sosteniendo un trocito más de la noche entre los brazos.


No hay comentarios: