miércoles, diciembre 17, 2008

Hemos alcanzado la comunicación perfecta.
Cuando es feliz no se acuerda de mí. Cuando soy feliz no me acuerdo de él.

Cuando duele el no saber dónde estás, ni porqué estás, cuando ni siquiera sabes si realmente quieres estar. Estar así, fuera todo, lejos de ti mismo, desconociéndote, deshaciendote en cada cosa que haces ( porque no te gusta, porque no la quieres, porque no la entiendes).
Después, en noches muertas, en horas demasiado vivas para estar tan a oscuras, en momentos cumbres donde el desamparo de ti mismo es tan profundo que ni recuerdas cuando te dejaste tirado en la cuneta. Cuando ya está triste, solamente triste, tristemente solo, entonces me recuerda. Entonces se acuerda de mí, de como me río, de mi acento extraño (sexy..ja!), de mi tristeza siempre líquida, siempre siempre, infinita en el tiempo, de como disimulo el ahogo de las horas, de las muertes, de las penas, como hago ruido, mucho ruido para que ni él ni yo nos podamos escuchar gimiendo en los silencios.

Cuando está tan triste que no puede ni consigo mismo, no sabe donde está, ni porqué está, ni siquiera si quiere estar, bebe. Se empapa en absolut ( mi absolut, que resultó ser nuestro) y me llama. Cuando está triste, se empapa en absolut, me llama... Y me rompe el corazón.

Cuando estoy triste, demasiado triste incluso para mí,, y sé quién soy, pero no me gusta, sé donde estoy y sé que no me gusta, sé lo que no quiero, pero no tengo ni una idea chiquita de lo que quiero. Cuando no puedo poner en marcha la máquina de ruido porque el silencio me taladra los engranajes, tengo miedo y me acuerdo de él. Siempre a partir de las 6 a.m

Pero nunca lo llamo, ni bebo, ni quiero romperle el corazón, porque si hablo con él cuando estoy tan triste ( triste triste), me mata de pena no quererle tanto como lo quise, no poder ya quererle anto como lo he querido. Me rompe el corazón querer como quiero a quien no quiero y no poder querer como quisiera a quien quisiera.




No hay comentarios: