martes, mayo 06, 2014

Y guardándome el corazón del frío escuché la tormenta anoche.


Entrelazar los dedos, como una plegaria al calor,
fruncir la nariz, esperando hacer magia blanca
y lograr que el hielo huya
que vaya bajando despacio
en el hueco infinito y azul de un olvido.

No nos asusta el trueno que muge en el cielo,
es un toro sin astas que de tanto espacio que tiene
nunca sabe hacia donde correr.
No nos asusta el trueno que ruge en el cielo,
es un gato sin uñas que resbala en suelo
y no puede correr.

Lo que amamos de esas tormentas
que agrietan los techos de todos los mundos
es ese,
sólo ese solo segundo
glorioso e inmenso
en que el rayo nos abre las puertas
incendia los ojos
y convierte lo negro, lo feo,
en luz brillante y un bello final.


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